El CNAE son las siglas de Clasificación Nacional de Actividades Económicas y su función está relacionada con la estadística. Este conjunto de cuatro números lo que busca es recoger datos reales sobre el estado del tejido corporativo nacional, averiguando cuáles son las tendencias más comunes entre las empresas.
A pesar de no ser un número de índole fiscal, todas las corporaciones mercantiles están obligadas a especificar su código CNAE. De hecho, ha de estar presente en la misma escritura de la sociedad y es importante que este dato lo tenga la Seguridad Social y otras autoridades de la sociedad, para que quede bien constituida la compañía.
Por otro lado, el Impuesto de Actividades Económicas (IAE), es el impuesto al que somete Hacienda a las empresas por el desarrollo de sus actividades profesionales. Es un código numérico de carácter tributario, con el que se rinden cuentas ante Hacienda. Dependiendo del número que tengamos, la categoría cambia y, por tanto, también la tarifa.
Las tarifas de este impuesto son diferentes según la actividad económica que desarrolle la empresa (hay diferentes divisiones, agrupaciones, grupos y epígrafes). Hay que tener en cuenta a qué sector pertenece tu compañía en el momento en el que la des de alta como entidad, ya que cada sector dispone de unos códigos del IAE concretos.
Este impuesto se paga al inicio de la actividad económica, cuando la empresa abre sus puertas y anualmente, si se sobrepasa un nivel determinado de renta. Sólo si se cambia de código, se tendrá que abonar de nuevo, haciendo la declaración de variación.
El IAE es un impuesto obligatorio, directo y real, mientras que el CNAE está diseñado para una cuestión estadística.